Al
caminar por la ciudad, la aceleración diaria, el tráfico y la gran cantidad de
gente que cruzamos hacen que, la mayoría de las veces, no prestemos atención al
entorno que nos rodea. Un entorno rico en historia, de una ciudad cosmopolita
que permitió el ingreso de los diferentes estilos arquitectónicos y que nos
muestra su evolución. Por eso los invito a que hagamos este recorrido, a través
de dos importantes calles, para ver un poco más allá de lo cotidiano. La Av.
Rivadavia, cuyo tránsito corre de este a oeste y la calle Hipólito Yrigoyen, su
paralela, de oeste a este. Ambas dentro del límite del barrio de Balvanera, es
decir entre Av. Callao o Entre Ríos y Av. Pueyrredón o Jujuy. Barrio ubicado al
oeste del centro financiero de la ciudad y que, en sus orígenes, fue
considerado un suburbio donde todos sus habitantes vivían en quintas y cuya
avenida principal era el Camino Real del Oeste, hoy Av. Rivadavia. Con una
fuerte tradición política, asociado a polémicas electorales y a burdeles en los
que, según Jorge Luis Borges, el tango adquiere los matices más eróticos. Y
que, gracias al crecimiento habitual, sumado al desarrollo del ferrocarril, se fue
insertando, poco a poco, en la ciudad. La
Av. Rivadavia debe su nombre al primer presidente de las Provincias Unidas del
Río de la Plata y divide a la ciudad en zona norte y zona sur, cambiando de
nombre todas las calles al cruzarla, excepto la Av. 9 de Julio y la Av. Gral.
Paz. Nace como calle en la Plaza de Mayo, luego se transforma en avenida en
Plaza del Congreso, continuando su camino hacia el oeste para, finalmente, seguir
como ruta 7 en provincia de Bs. As. Si comenzamos nuestro recorrido en la
esquina con la Av. Callao podremos ver algunos de los edificios más importantes
que alberga: El
Congreso de la Nación, en el otro extremo de la Casa Rosada, culminando el eje
cívico de la Av. de Mayo. Edificio greco romano, inspirado en el Capitolio de
Washington y con influencia italiana. Con su cúpula de 80 m de altura, esbelta
y rodeada de esculturas maravillosas. Construido entre 1898 y 1906, por el Arq.
Meano, pero finalizado en 1946 por el Arq. Dormal después del asesinato del
anterior. En la esquina de enfrente vemos la Confitería El
Molino, edificio de estilo art nouveau, construido en hormigón por el Arq.
Gianotti, sobre tres edificios que no fueron demolidos sino unidos y ampliados.
Famoso por sus vitrales, mármoles y cristalería, pero, sobre todo, por su
pastelería. Declarado monumento nacional y puesto en valor por el Gobierno de
la Ciudad. A
continuación, por la misma vereda, el edificio Anexo de Diputados, diseñado a
mediados de los años ´60 y en pleno Movimiento Moderno, realizado por el
estudio Solsona con una fachada íntegramente vidriada que refleja al edificio
del Congreso. Luego,
el Edificio de los Atlantes, obra del arquitecto italiano Palanti que, si bien
se formó en Italia, la mayor parte de sus obras se encuentra en Bs. As. Se
caracteriza por la figura de dos corpulentos atlantes que sostienen los
balcones del segundo piso, ubicados allí para sostener las salientes del
edificio sobre sus hombros y humanizar su arquitectura. Y,
si continuamos un poquito más, nos encontramos con un pedacito de Barcelona, otra
huella del art nouveau que venía a imponerse en la ciudad como símbolo de
progreso y prosperidad. El Ing. Rodriguez Ortega, admirador de Gaudí, fue quien
construyó el edificio de departamentos de la esquina de Av. Rivadavia y
Ayacucho, rematado por una cúpula acebollada sobre planta octogonal, rodeada de
vidrios curvos en gajos, donde tanto la luz natural como la artificial en su
interior le dan un aspecto sublime y sobrenatural. Y, un poco más allá, el
Palacio de los Lirios, cuya fachada con curvas está decorada con tallos de
lirios rematados con flores y barandas de hierro trabajado. Y
podríamos tomar un café en el Café de los Angelitos, uno de los bares notables
de la Ciudad, inaugurado en 1890 por un inmigrante italiano bajo el nombre de
Bar Rivadavia, uno de los más importantes emblemas del tango y frecuentado por
personalidades como Carlos Gardel y Aníbal Troilo. El edificio que vemos hoy no
es el original, ya que este fue demolido después de la caída de su techo y
vuelto a construir. ¿Y
por qué no entrar en el Pasaje Colombo entre Larrea y Azcuénaga? Pasaje en L
creado por el Ing. Heynemann, de corte residencial, con edificios de cinco
pisos, calles de baldosas calcáreas para uso peatonal, faroles de hierro
adosados a las fachadas y frentes iguales. Casas que, a pesar de ser de
diferentes tamaños, todas comparten materiales, diseño y puertas de acceso
numeradas. Pertenece al grupo de pasajes dentro del área de protección
histórica de la Ciudad. Y
si seguimos mirando, mientras llegamos a Av. Pueyrredón, podremos ver otros
edificios de la época, también hermosos y con cúpulas increíbles, pero demos la
vuelta por Av. Jujuy y volvamos por Hipólito Irigoyen, que debe su nombre al
dos veces presidente de la Nación. ¿Y que vemos por aquí, además de muchos
edificios y casonas de la época? La
Casa Calise, la segunda realizada para la familia Calise por el Arq. Colombo, edificio
de departamentos para alquiler, dividido en tres cuerpos, con escaleras de
mármol, carpinterías de madera maciza y rejas de hierro trabajado. Como otros
arquitectos de la época, Gianotti o Palanti, Colombo trabajaba casi
exclusivamente para clientela italiana. Pero el eclecticismo modernista y el
floreale lo distinguirán de la arquitectura de la época, con sus formas
sensuales inspiradas en la naturaleza y la exaltación de las curvas. Sus
edificios gozan de una profusión de estatuas femeninas, querubines y vitreaux. Llegamos
a la Plaza 1º de mayo, donde se encontraba el primer cementerio de disidentes,
para personas que no pertenecían a la religión católica, donde estaba el Hueco
de los Olivos, uno de los tantos huecos que eran espacios sin uso dentro del
tejido urbano, en la antigüedad. En el año 1915 se demolió la capilla, trasladaron
los restos a diferentes cementerios y en 1925 se le asignó el nombre actual. Finalmente, nos encontramos con el Teatro
Empire, ubicado en el mismo edificio del sindicato de La Fraternidad, obra del
Arq. Sabaté, en estilo art decó, inaugurado en 1934. Y nuevamente en el
Congreso, la vuelta está completa. Lo
que ofrece nuestra ciudad es de una variedad y riqueza infinitas. Tal vez
debamos andar un poco más siendo solo caminantes, paseantes o callejeros, en el
buen sentido. Convertirnos en turistas de Bs. As. y no solo hacer un recorrido rutinario
y cotidiano, sino encontrando lugares que ni sabíamos que existían o que la
historia todavía está allí, aunque no la veamos. Descubriendo que nuestra
ciudad también es arte. Sandra Machado
Al
caminar por la ciudad, la aceleración diaria, el tráfico y la gran cantidad de
gente que cruzamos hacen que, la mayoría de las veces, no prestemos atención al
entorno que nos rodea. Un entorno rico en historia, de una ciudad cosmopolita
que permitió el ingreso de los diferentes estilos arquitectónicos y que nos
muestra su evolución. Por eso los invito a que hagamos este recorrido, a través
de dos importantes calles, para ver un poco más allá de lo cotidiano. La Av.
Rivadavia, cuyo tránsito corre de este a oeste y la calle Hipólito Yrigoyen, su
paralela, de oeste a este. Ambas dentro del límite del barrio de Balvanera, es
decir entre Av. Callao o Entre Ríos y Av. Pueyrredón o Jujuy. Barrio ubicado al
oeste del centro financiero de la ciudad y que, en sus orígenes, fue
considerado un suburbio donde todos sus habitantes vivían en quintas y cuya
avenida principal era el Camino Real del Oeste, hoy Av. Rivadavia. Con una
fuerte tradición política, asociado a polémicas electorales y a burdeles en los
que, según Jorge Luis Borges, el tango adquiere los matices más eróticos. Y
que, gracias al crecimiento habitual, sumado al desarrollo del ferrocarril, se fue
insertando, poco a poco, en la ciudad.
La
Av. Rivadavia debe su nombre al primer presidente de las Provincias Unidas del
Río de la Plata y divide a la ciudad en zona norte y zona sur, cambiando de
nombre todas las calles al cruzarla, excepto la Av. 9 de Julio y la Av. Gral.
Paz. Nace como calle en la Plaza de Mayo, luego se transforma en avenida en
Plaza del Congreso, continuando su camino hacia el oeste para, finalmente, seguir
como ruta 7 en provincia de Bs. As. Si comenzamos nuestro recorrido en la
esquina con la Av. Callao podremos ver algunos de los edificios más importantes
que alberga:
El
Congreso de la Nación, en el otro extremo de la Casa Rosada, culminando el eje
cívico de la Av. de Mayo. Edificio greco romano, inspirado en el Capitolio de
Washington y con influencia italiana. Con su cúpula de 80 m de altura, esbelta
y rodeada de esculturas maravillosas. Construido entre 1898 y 1906, por el Arq.
Meano, pero finalizado en 1946 por el Arq. Dormal después del asesinato del
anterior.
En la esquina de enfrente vemos la Confitería El
Molino, edificio de estilo art nouveau, construido en hormigón por el Arq.
Gianotti, sobre tres edificios que no fueron demolidos sino unidos y ampliados.
Famoso por sus vitrales, mármoles y cristalería, pero, sobre todo, por su
pastelería. Declarado monumento nacional y puesto en valor por el Gobierno de
la Ciudad.
A
continuación, por la misma vereda, el edificio Anexo de Diputados, diseñado a
mediados de los años ´60 y en pleno Movimiento Moderno, realizado por el
estudio Solsona con una fachada íntegramente vidriada que refleja al edificio
del Congreso.
Luego,
el Edificio de los Atlantes, obra del arquitecto italiano Palanti que, si bien
se formó en Italia, la mayor parte de sus obras se encuentra en Bs. As. Se
caracteriza por la figura de dos corpulentos atlantes que sostienen los
balcones del segundo piso, ubicados allí para sostener las salientes del
edificio sobre sus hombros y humanizar su arquitectura.
Y,
si continuamos un poquito más, nos encontramos con un pedacito de Barcelona, otra
huella del art nouveau que venía a imponerse en la ciudad como símbolo de
progreso y prosperidad. El Ing. Rodriguez Ortega, admirador de Gaudí, fue quien
construyó el edificio de departamentos de la esquina de Av. Rivadavia y
Ayacucho, rematado por una cúpula acebollada sobre planta octogonal, rodeada de
vidrios curvos en gajos, donde tanto la luz natural como la artificial en su
interior le dan un aspecto sublime y sobrenatural. Y, un poco más allá, el
Palacio de los Lirios, cuya fachada con curvas está decorada con tallos de
lirios rematados con flores y barandas de hierro trabajado.
Y
podríamos tomar un café en el Café de los Angelitos, uno de los bares notables
de la Ciudad, inaugurado en 1890 por un inmigrante italiano bajo el nombre de
Bar Rivadavia, uno de los más importantes emblemas del tango y frecuentado por
personalidades como Carlos Gardel y Aníbal Troilo. El edificio que vemos hoy no
es el original, ya que este fue demolido después de la caída de su techo y
vuelto a construir.
¿Y
por qué no entrar en el Pasaje Colombo entre Larrea y Azcuénaga? Pasaje en L
creado por el Ing. Heynemann, de corte residencial, con edificios de cinco
pisos, calles de baldosas calcáreas para uso peatonal, faroles de hierro
adosados a las fachadas y frentes iguales. Casas que, a pesar de ser de
diferentes tamaños, todas comparten materiales, diseño y puertas de acceso
numeradas. Pertenece al grupo de pasajes dentro del área de protección
histórica de la Ciudad.
Y
si seguimos mirando, mientras llegamos a Av. Pueyrredón, podremos ver otros
edificios de la época, también hermosos y con cúpulas increíbles, pero demos la
vuelta por Av. Jujuy y volvamos por Hipólito Irigoyen, que debe su nombre al
dos veces presidente de la Nación. ¿Y que vemos por aquí, además de muchos
edificios y casonas de la época?
La
Casa Calise, la segunda realizada para la familia Calise por el Arq. Colombo, edificio
de departamentos para alquiler, dividido en tres cuerpos, con escaleras de
mármol, carpinterías de madera maciza y rejas de hierro trabajado. Como otros
arquitectos de la época, Gianotti o Palanti, Colombo trabajaba casi
exclusivamente para clientela italiana. Pero el eclecticismo modernista y el
floreale lo distinguirán de la arquitectura de la época, con sus formas
sensuales inspiradas en la naturaleza y la exaltación de las curvas. Sus
edificios gozan de una profusión de estatuas femeninas, querubines y vitreaux.
Llegamos
a la Plaza 1º de mayo, donde se encontraba el primer cementerio de disidentes,
para personas que no pertenecían a la religión católica, donde estaba el Hueco
de los Olivos, uno de los tantos huecos que eran espacios sin uso dentro del
tejido urbano, en la antigüedad. En el año 1915 se demolió la capilla, trasladaron
los restos a diferentes cementerios y en 1925 se le asignó el nombre actual. Finalmente, nos encontramos con el Teatro
Empire, ubicado en el mismo edificio del sindicato de La Fraternidad, obra del
Arq. Sabaté, en estilo art decó, inaugurado en 1934. Y nuevamente en el
Congreso, la vuelta está completa.
Lo
que ofrece nuestra ciudad es de una variedad y riqueza infinitas. Tal vez
debamos andar un poco más siendo solo caminantes, paseantes o callejeros, en el
buen sentido. Convertirnos en turistas de Bs. As. y no solo hacer un recorrido rutinario
y cotidiano, sino encontrando lugares que ni sabíamos que existían o que la
historia todavía está allí, aunque no la veamos. Descubriendo que nuestra
ciudad también es arte.
Sandra Machado
Roberto Frangella
Gustavo Geberovich
Eleonora Dorrego
Laura Vacs
Hector Cavaliere
Laura Vacs
Eduardo Liserra
Carina Amarillo
Ruben Cipolla
Sonia Pesajovich
Clara Gonzalez Bolognesi
Maria Catalina Alberto
Maria Isabel Romero
Adriana Pedraglio
Juan Carlos Di Filippo
Victoria Braunstein
Manuel Dominguez
Coco Rasdolsky
María Sandra Tabera
Luis Marcellini
Alicia Gelpi
Muy bueno!!! La realidad transformada.
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