Si
buscamos la definición de cicatriz podemos decir que “es una marca que queda
después de cerrarse una herida. Una impresión profunda y duradera que deja un
hecho doloroso”
Si
nos remontamos a nuestros orígenes, las dos fundaciones de Buenos Aires, fueron
las primeras cicatrices que quedaron marcadas en nuestra tierra con las que se
inició nuestra historia. La Ciudad de
Juan de Garay, de aquel entonces, era un damero compuesto de 15 manzanas de
norte a sur y 9 de este a oeste, de cuadras todas iguales y calles angostas de
tierra. Si nos preguntamos cuantas cicatrices quedaron de todos los cambios que
fue sufriendo hasta llegar a ser la ciudad que vemos hoy, podemos decir que
fueron infinitos, porque nunca terminaron. La historia de transformación es de
larga data porque caminó de la mano de la expansión de Buenos Aires y se
caracterizó por procesos discontinuos de acuerdo a los momentos económicos e
intereses políticos de cada momento.
Si empezamos desde 1580 y hasta comienzos del siglo XX, podemos contar algunas de esas cicatrices, como:
· la construcción de túneles por debajo de la ciudad, a fines del siglo XVII, desde el puerto hacia el centro, para escapar del ataque de los corsarios y la construcción de los primeros edificios, como el Cabildo, la Catedral, la recova;
· la
construcción del puerto, a fines del siglo XIX, con la modificación del borde de
la costa y grandes edificios;
· el
éxodo poblacional por la fiebre amarilla hacia las afueras, a fines del siglo
XIX, cuando la elite abandona sus casas que luego se convertirían en
conventillos, aumentando la población de los barrios más alejados y modificando
el espacio urbano con el loteo de las grandes chacras;
· el
nacimiento de los ferrocarriles, a fines del siglo XIX, y luego de los
tranvías, que dejaron telarañas de vías que unían diferentes puntos de la
Ciudad y sus alrededores;
· el
ensanchamiento de las principales avenidas que hoy transitamos, entre finales
del siglo XIX y principios del siglo XX: Rivadavia, Callao, Alem, Libertador, 9
de Julio y las Diagonales, que destruyeron a su paso lotes con construcciones
diversas, desde casas y conventillos hasta iglesias;
· la
aparición del auto, a fines del siglo XIX, con el adoquinado y la posterior
pavimentación de las calles;
· la
aparición de industrias y su asentamiento que modificaron el tejido urbano.
Fueron procesos que
tuvieron su parte negativa y siempre fueron criticados porque a su paso se
perdió mucho, pero contribuyeron al mejoramiento de la ciudad y la sociedad en
su conjunto, que finalmente terminó aceptando esas obras y usándolas, pero que nunca
fueron suficientes. Procesos que nunca se detuvieron y continuaron a lo largo
del tiempo.
Si nos detenemos en mediados del siglo XX y lo que va del XXI, encontramos otras:
· la creación de la red autopistas de los años ´70, que dejó a su paso expropiaciones y casas partidas al medio, terrenos debajo de ellas con destinos difíciles y visuales extrañas ante su gran vuelo sobre la ciudad. Pero que sirvieron para unir destinos alejados, de una punta a la otra y en todos los sentidos, acortando los tiempos de sus usuarios;
· los
pasos bajo las vías del ferrocarril, los llamados sapitos o la elevación de las
vías y estaciones, entre 2013 y 2020, que solucionaron el problema de las barreras
que complicaban la circulación de los vehículos y demoraban la llegada de
conductores y transeúntes a trabajos y hogares. Pero que crearon nuevos
espacios debajo o alrededor, a veces bien resueltos y otras no tanto;
· el
paseo del bajo, en el año 2019, que unió el norte y el sur conectando dos
autopistas, una parte por debajo y el resto por arriba, mejorando los tiempos
de circulación de autos, ómnibus y camiones, de una punta a la otra, creando
espacios verdes, plazas secas y paseos a su paso que no son del agrado de todos;
· el
Metrobús, desde el año 2011, que cambió la fisonomía de las avenidas, pero que
acortó los tiempos de viaje de los que andan a pie;
· la
creación del aeroparque en 1947 con sus posteriores ampliaciones y la realizada
a partir del 2019, ante el aumento del turismo y de la Av. Costanera, modificando
el trazado urbano, pero mejorando la circulación y creando nuevos paseos.
· Las
ciclovías, a lo largo de toda la ciudad, difundiendo una nueva modalidad de
trasladarse, aunque a veces complican el tránsito peatonal y vehicular;
Todas,
desde las primeras hasta las últimas, fueron dejando sus cicatrices, pero también
fueron parte del progreso, del avance y ampliación de la ciudad por la
inmigración exterior e interior. Tampoco las sufrió solo nuestra ciudad, sino
que el resto de las ciudades del mundo también las padecieron y, Buenos Aires,
no estaría ajena a ellas ya que, desde sus comienzos, se iba insertando en el
mundo como una de las más importantes, prósperas, bellas y progresistas. ¿Todas
esas cicatrices fueron bien curadas? Seguramente no. Dicen que:
“Cada cicatriz marca un antes y un después, nos cuenta una historia, un lugar o incluso a alguien que pasó por allí. Y, como bien sabemos, hasta las cicatrices bien curadas, vuelven a doler de vez en cuando”
Y es así. Allí están algunas que sanaron completamente y otras que, a veces, siguen doliendo cuando las vemos al transitar nuestra hermosa Buenos Aires.
Y ¿qué dirá la historia de la ciudad sobre la pandemia que sufrimos hoy? También dejará su cicatriz. Alguien contará en unos años: uno, cinco, 50 o 100, no lo sé, que al igual que a nosotros, a una ciudad viva y en constante progreso, le dejó momentos trágicos, que fue avasallada por las pérdidas, por la muerte de su gente, de su economía y la desolación de sus calles y sus espacios antes bulliciosos y, como contracara, contará que surgieron cosas nuevas, nuevos métodos de trabajo y comunicación, nuevos emprendimientos, nuevas tecnologías y vaya a saber cuántas cosas más que ni siquiera podemos imaginar.
De lo que si estoy segura, amigos, es que hoy no les puedo contar el final de esta historia.
Si empezamos desde 1580 y hasta comienzos del siglo XX, podemos contar algunas de esas cicatrices, como:
· la construcción de túneles por debajo de la ciudad, a fines del siglo XVII, desde el puerto hacia el centro, para escapar del ataque de los corsarios y la construcción de los primeros edificios, como el Cabildo, la Catedral, la recova;
Si nos detenemos en mediados del siglo XX y lo que va del XXI, encontramos otras:
· la creación de la red autopistas de los años ´70, que dejó a su paso expropiaciones y casas partidas al medio, terrenos debajo de ellas con destinos difíciles y visuales extrañas ante su gran vuelo sobre la ciudad. Pero que sirvieron para unir destinos alejados, de una punta a la otra y en todos los sentidos, acortando los tiempos de sus usuarios;
“Cada cicatriz marca un antes y un después, nos cuenta una historia, un lugar o incluso a alguien que pasó por allí. Y, como bien sabemos, hasta las cicatrices bien curadas, vuelven a doler de vez en cuando”
Y es así. Allí están algunas que sanaron completamente y otras que, a veces, siguen doliendo cuando las vemos al transitar nuestra hermosa Buenos Aires.
Y ¿qué dirá la historia de la ciudad sobre la pandemia que sufrimos hoy? También dejará su cicatriz. Alguien contará en unos años: uno, cinco, 50 o 100, no lo sé, que al igual que a nosotros, a una ciudad viva y en constante progreso, le dejó momentos trágicos, que fue avasallada por las pérdidas, por la muerte de su gente, de su economía y la desolación de sus calles y sus espacios antes bulliciosos y, como contracara, contará que surgieron cosas nuevas, nuevos métodos de trabajo y comunicación, nuevos emprendimientos, nuevas tecnologías y vaya a saber cuántas cosas más que ni siquiera podemos imaginar.
De lo que si estoy segura, amigos, es que hoy no les puedo contar el final de esta historia.
Al final de los dibujos podes ver el video
Sandra Machado
Sandra Machado
ROBERTO FRANGELLA
MALVINA FERNANDEZ
CLARA GONZALEZ BOLOGNESI
SONIA PESAJOVICH
ALICIA GELPI
ALEX SAHORES
MANUEL DOMINGUEZ
CHUNI TORRASSA
MARIA CATALINA ALBERTO
FITO BESADA
No hay comentarios:
Publicar un comentario