El Museo Histórico Nacional se encuentra ubicado en el barrio
de San Telmo y su creación tuvo que ver con la rápida evolución que sufrió
nuestro país desde 1880. Entre medio de guerras civiles, el desarrollo de las
comunicaciones y la llegada de inmigrantes, la economía se fue expandiendo, la
composición de la sociedad fue cambiando y, particularmente, Buenos Aires se
fue transformando en una ciudad cosmopolita y moderna que necesitaba una
identidad nacional. Por ello, dentro de los movimientos culturales de la época
estuvo la creación del museo.
En 1889 el intendente de la Ciudad, Francisco Seeber, creó el
Museo Histórico de la Capital y designó como director a Adolfo Carranza, quien armó
una comisión para su organización formada por Bartolomé Mitre y Julio A. Roca. Se
inauguró en agosto de 1890 y ocupó, en sus comienzos, tres sedes diferentes: primero,
en Esmeralda 848, luego fue trasladado a Moreno 330 y, más tarde, al lugar que
hoy ocupa el Jardín Botánico. Sin embargo, dado que la Municipalidad no podía
hacerse cargo de costear un Museo Nacional, pasó a depender del estado nacional,
cambiando su nombre a Museo Histórico Nacional. Pero ¿Por qué esta donde está
hoy?
El Parque Lezama, según algunos historiadores, es el lugar
donde Pedro de Mendoza realizó la primera fundación de Buenos Aires en 1536, una
extensión de tierra agreste y apacible, con barranca hacia el río, ocupada por
los pueblos querandíes. Los precarios asentamientos abandonaron ese lugar
tiempo después debido a la hambruna, las enfermedades y la hostilidad de las
tribus dueñas de esas tierras. Después de la segunda fundación de Buenos Aires,
ese terreno perteneció a diferentes familias: comenzando por un comerciante
inglés que construyó allí su “Quinta de los Ingleses”, pasando luego por
otro propietario que lo llamó “Barranca de Horne”, hasta que en 1857 fue
comprado por José Gregorio Lezama, un acaudalado comerciante salteño qué no
solo construyó su imponente casa, sino que importó plantas y árboles exóticos y
contrató a Charles Vereecke, paisajista europeo, para que diseñara uno de los
jardines privados más lujosos de la época, decorado con estatuas de mármol,
senderos y jarrones renacentistas. A la muerte de Lezama, su viuda, Ángela Álzaga,
vendió los terrenos a la Municipalidad con la condición de que se convirtiera
en un paseo público con el nombre de su marido. El diseño del parque, entonces,
quedó a cargo de Carlos Thays a partir de 1896 y en 1897, y a la lujosa y ampliada mansión fue trasladado el museo,
siendo declarado Monumento Histórico Nacional.
Así entonces, hoy, sobre la calle Defensa al 1600, antes
llamada “Barranca de Marcó”, nos recibe el edificio del Museo en estilo
italianizante, en auge en aquella época, y su galería en los colores rosados y
blancos. Su planta es rectangular de 2160 metros cuadrados, con salas de
exhibición y servicios en planta baja y un subsuelo. Está rodeado de patios
llamados “de los bronces, campañas y cañones”, “de los hierros” y
“de los mármoles”, donde alberga muebles, retratos, armas, cañones y
banderas de campañas militares. Y si nos perdemos por el terreno que lo alberga
nos veremos rodeados de increíbles plantas y árboles que nos envuelven con su
inmensidad, sombra y frescura.
Podemos ver en sus salas colecciones que recorren la cultura
de los pueblos originarios, la época de la conquista y la colonial, la
Revolución de mayo y su sociedad de 1810, y el cruce de los Andes, entre otras
cosas. Sus principales espacios son el archivo, que contiene publicaciones,
fotografías, cartografía y la biblioteca, con más de 10.000 volúmenes de
historia argentina. También encontraremos banderas, como la que acompañó en
1812 a Manuel Belgrano en su campaña al Alto Perú, que se había perdido y fue
encontrada tiempo después detrás de un cuadro en una parroquia de Bolivia, o el
sable corvo de San Martín, que llevó en sus campañas por la Independencia,
símbolo de la emancipación sudamericana o cuadros al óleo de Cándido López que
registran batallas de la Triple Alianza. El Museo cumple, además, funciones
educativas, de investigación y de prensa para la difusión de las colecciones.
Y ¿qué nos muestran los alrededores? Por la Av. Brasil, la
Iglesia Ortodoxa Rusa, la estatua de Pedro de Mendoza, el anfiteatro y dos
bares notables en la esquina con la calle Defensa. Sobre la Av. Martín García,
otro de los límites del parque, está el Monumento a la cordialidad
Uruguay-Argentina, el Palacio Lezama, antigua fábrica de galletitas Canale, hoy
sede de una repartición del Gobierno de la Ciudad, y los fines de semana, la
Feria artesanal, en la esquina con Defensa.
Pero ustedes saben que a mí me gusta hablar también de lo que
haremos después de dibujar y aquí hay para entretenerse de lo lindo sobre la
Av. Caseros que nace en la calle Defensa, justo frente a la entrada del Museo.
Antiguamente allí estaba el “Zanjón de las Quintas”, llamado así por
la presencia de quintas elegantes entre el paisaje arbolado y que hoy es un
polo gastronómico sumamente exótico. Podemos caminar por esa calle con
boulevard para encontrar a cada lado de ella restaurantes, bares, cervecerías,
cafés, pizzerías y boliches donde antiguamente había casonas, mataderos,
pulperías, talleres, fábricas, bicicleterías o anticuarios. Hoy convertida en
un oasis para nuestra panza glotona, podemos disfrutar de variedad y calidad,
al mismo tiempo, como si estuviéramos en Paris o en alguna otra ciudad europea.
También un poco más allá, tenemos la Triple frontera…a cada barrio una
vereda. ¿Se acuerdan? Fue parte de la salida la Nº 86, pero eso fue otra
historia. Así que, ya saben ¡¡¡después de dibujar… a bolichear!!!
Sandra Machado
Monito Gersbach
Mayca Alberto
Fabricio Llanos
Eduardo Liserra
Ruben Cipolla
Diego Escarrá
Sandra Tabera
Claudio Perez Rey
Susana Oviedo
Sandro Borghini
Gustavo Colotto
Graciela Duran
Elizabet Acevedo
Carina Amarillo
Jorge Gini
César José Murga
Gaby Terzano
Irina Fallik
Carlos Ford
Adhemar Orellana Rioja
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