Recorrer las
calles Chile y Balcarce es hablar del barrio de San Telmo y remontarse a la
vieja Buenos Aires. Un barrio pequeño, alejado del casco porteño, donde se
asentaron en un comienzo los trabajadores portuarios. Luego fue habitado por
las familias tradicionales porteñas, que partieron hacia el norte con motivo de
la fiebre amarilla, formándose en las casonas que abandonaban los conocidos
conventillos habitados por numerosas familias de inmigrantes. En este barrio,
existe hoy el Mercado de San Telmo, ubicado en lo que antes era un Hueco
llamado “Alto de las Carretas”, donde los vecinos porteños juraron la
Independencia Argentina, que luego se firmaría en Tucumán. Con el tiempo
comenzó a sufrir una gran decadencia ya que, mientras el centro se convertía en
el polo financiero y comercial de la ciudad, el viejo barrio del sur quedó abandonado
y detenido en el tiempo. Sin embargo, su historia fue y es una de las más
importantes de nuestra ciudad. Entre demoliciones, modificaciones y la llegada
de la arquitectura moderna, fueron apareciendo los anticuarios, las ferias, las
galerías de arte, los restaurantes, bares, locales de tango y candombe y con
todos ellos los turistas. Hoy entre sus callecitas adoquinadas y sus estrechos
pasajes, no solo guarda nuestra historia, sino que conserva algunos de los
edificios de aquella época y es visitado por turistas extranjeros y locales.
Caminemos
desde Chile por Balcarce hacia el Pasaje San Lorenzo. Ese Pasaje solo tiene dos
cuadras y en su interior podemos ver construcciones de fines del siglo XIX y
principios de XX, y casonas del siglo XVIII como la que alberga la Galería de
Los Patios de San Telmo donde varios artistas armaron su atelier. Si seguimos
caminando por él hacia Defensa, encontramos la Casa Mínima, construida a
principios del siglo XIX como parte de una casa más grande. Es la casa más
angosta de la ciudad, con un frente de 2,30 metros de ancho con una puerta y
una ventana en el piso superior con un romántico balcón y 13 metros de
profundidad. Se la considera ejemplo de la arquitectura de la época, con sus
paredes de barro cocido y restos de revoques centenarios que rodean un
minúsculo patio interior. Si seguimos caminando, un poco más allá, chocamos con
la calle Defensa y el lugar donde se encontraba el Zanjón de Granados, una
depresión natural que escurría las aguas desde los altos de la ciudad hacia el
Río de la Plata por el arroyo Tercero del Sur. No me digan que estoy loca si
solo se topan, a simple vista, con una casa como cualquier otra, pero por
debajo es por donde se esconden los túneles y el misterio. Esa casa fue
construida en 1830, pertenecía a una familia de la sociedad porteña, luego en
1900 fue convertida en vinería y conventillo, para pasar a ser, en 1985, el
portal de ingreso a este maravilloso descubrimiento arqueológico subterráneo.
Sigamos
caminando por Defensa hacia Chile y llegamos a la Casa de la Moneda, obra del
Ingeniero Eduardo Castilla. Alguna vez nuestra moneda fue el “peso fuerte”, allá
por el año 1875 cuando fue declarada por la Ley 733 de la Cámara de Senadores
como unidad monetaria. La Casa de la Moneda era la encargada, al principio de
acuñar las monedas, y luego de imprimir los billetes, estampillas y valores
fiscales. Por ello se inauguró en el año 1881 y funcionó como tal hasta 1944,
cuando fue trasladada a su sede actual en la Av. Antártida Argentina. Es un
edificio de estilo italianizante, con estructura de hierro y ladrillo, patio
central, portal frontal con tímpano que interrumpe la balaustrada y jardín en
el frente. En 1910 el edificio resultó insuficiente y en 1914 en un terreno con
salida por la calle Balcarce se inauguró un anexo con frente de ladrillos y una
clara influencia inglesa. El conjunto fue declarado Monumento Histórico
Nacional y actualmente pertenece al ejército argentino y es sede de su Archivo
General.
Obviamente hay mucho más
para recorrer y hay para todos los gustos: para los que les encantan las
antigüedades tienen la Feria en la Plaza de Dorrego; para los que prefieren el
arte, varias galerías y atelieres; para los que quieren ir de compras, el
Mercado de San Telmo; para los que desean recorrer, las iglesias, museos o simplemente
sus calles. Y para los que llevan un niño en su interior, (todos obviamente), pueden
iniciar el recorrido del Paseo de la Historieta en la esquina de Defensa y Chile
donde los espera Mafalda sentada en un banco, con sus amigos Susanita y Manolito,
luego, si siguen por Chile hasta Balcarce, está Isidoro Cañones, un poco más
allá, Larguirucho y Super Hijitus en la esquina con México y pueden continuar
hasta finalizar en el Museo de la Historieta en Puerto Madero. Y para cerrar la
jornada, con el cansancio de la caminata, nos podemos perder en algún barcito o
café y los más pícaros, hacer trasnoche en el Viejo Almacén mientras bailan un
tango, muy apretaditos. Ahh me olvidaba... que algo también hay que dibujar, no
se entusiasmen, no sean vagos.
Sandra Machado
Gonzalo Violante
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