La
calle Arroyo situada en el barrio de Retiro, es una de las más exclusivas de
nuestra Ciudad. Su recorrido corto y sinuoso rompe con la habitual cuadrícula
tan característica de la ciudad de Buenos Aires. Su nombre original fue Calle
de las Tunas, en 1882 pasó a llamarse Calle Pueyrredón y recién en 1902 tomó su
nombre actual, Manuel Andrés Arroyo y Pinedo, (solo Arroyo para los amigos) en
honor al presidente del Congreso Nacional en 1825 y dueño de la quinta ubicada
en Carlos Pellegrini y Arroyo. Ganó exclusividad cuando en sus cuatro cuadras
de extensión y a lo largo de su historia se instalaron en ella palacetes y
residencias de estilos europeos, que con el tiempo se convirtieron en embajadas
e importantes edificios que hoy son joyas de la arquitectura. Es una calle
elegante que enamora por su glamour, por sus fabulosas galerías de arte, por
ser centro de importantes casas de moda y una gastronomía excepcional. Nace en
el cruce con la calle Esmeralda y termina del otro lado de la Av. 9 de Julio,
en el cruce con la calle Libertad y tiene la particularidad de tener una plaza
en cada cuadra. Sin embargo, hoy solo haremos hincapié en las dos cuadras que
van desde la Av. 9 de Julio hasta Esmeralda.
Si nos detenemos en la esquina con Suipacha, ese lugar hace no mucho tiempo atrás quedó en nuestra memoria como un símbolo del terror, del dolor y del sufrimiento, ya que un atentado terrorista el 17 de marzo de 1992 destruyó la Embajada de Israel. Murieron más de veinte personas y más de doscientas resultaron heridas. El edificio original había sido construido en 1925 por el arquitecto Alejandro Virasoro para un aristócrata porteño, pero en 1950 pasó a ser sede de la embajada israelí. Hoy es el vacío urbano más doloroso de la Ciudad, la Plaza de la Embajada de Israel, que nos recuerda aquel día con un diseño cargado de simbología: en una de las paredes que la limitan podemos ver la silueta recortada y preservada del edificio caído; en el interior de la plaza fueron plantadas dos hileras de tilos que representan a cada uno de los muertos y fueron colocadas en las paredes placas con sus nombres. Además, cada uno de los elementos que componen el lugar representan la igualdad, la solidaridad frente a la intolerancia, el valor de la vida y la igualdad de todos los seres humanos ante la muerte.
Enfrente, afectada por la misma explosión, podemos ver la Parroquia Mater Admirabilis que comenzó siendo una escuela-taller, donada por la familia Casares, para niñas pobres. Tiempo después, tres hermanas de esa familia formaron la primera comunidad de Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora. En 1920 en una capilla se celebró la primera misa y al año siguiente se inauguró la escuela. Sin embargo, el edificio actual data de 1938 y la congregación lo cedió al Arzobispado Porteño que lo declaró iglesia en 1983. Su estilo es neorománico y su color le da un aspecto austero y solemne. El atentado derrumbó una parte que tardó años en volverse a restaurar y el cura de ese entonces fue uno de las vidas perdidas en el atentado.
En la misma cuadra, en la vereda opuesta hacia la Av. 9 de Julio, se encuentra la Embajada de Rumania, un edificio de estilo academicista levantado por el arquitecto Paul Pater en 1920 y que fue adquirido por el gobierno rumano en 1958.
En la otra esquina con Suipacha podemos ver uno de los edificios Bencich, diseñado por el arquitecto Eduardo Le Monnier como edificio de departamentos para renta. Tiene seis pisos y toma la esquina desde Arroyo hasta llegar a Suipacha, acompañando la curva. Su composición decorativa es original con pequeñas cúpulas y ornamentos donde combina el estilo neorenacentista italiano y neocolonial español. En la planta baja tiene locales y, actualmente, además de departamentos, funcionan en él oficinas.
Enfrente nos encontramos con el edificio Mihanovich que fue adquirido por los hermanos Bencich a su muerte. Consta de dos volúmenes de siete pisos en el frente y una torre en el centro de veinte pisos con un faro en su remate en alusión a la compañía naviera Mihanovich. Es de estilo clásico con poca ornamentación y hasta hace poco funcionó allí el Hotel Sofitel.
Seguimos hacia Esmeralda entre torres de la segunda mitad del siglo XX y suntuosas galerías de arte intercaladas entre los imponentes palacetes y a los pocos metros encontramos el edificio Minner realizado por el arquitecto Kalnay. Un edificio de departamentos de renta que nos muestra su fachada blanca que envuelve la esquina con líneas puras y balcones curvos que le dan una imagen dinámica desde las tres calles que enfrenta. Un poco más allá está la pequeña plazoleta Paul Harris y, por Esmeralda en dirección a Juncal, se ubica el palacio construido por Alejandro Estrugamou un terrateniente vascofrancés, un edificio academicista francés que nos admira con la sucesión de simetrías y ornamentaciones, lleno de elementos propios de la época como portones de hierro, pilastras de capitel y techos con mansardas de pizarra.
Pondremos especial atención al Museo Fernández Blanco, que abrió sus puertas como museo municipal el 25 de mayo de 1922 en una sede ubicada en Hipólito Yrigoyen 1420 con colecciones donadas por Fernández Blanco. Por otro lado, el arquitecto Martín Noel cedió a la Municipalidad su mansión de la calle Suipacha 1422, diseñada por él mismo en estilo neocolonial en el año 1936, creándose el museo Colonial. Años más tarde se unieron ambos en uno solo quedando como única sede el Palacio Noel de Suipacha y Arroyo. El edificio cuenta con muros blancos y profusa ornamentación alrededor de los vanos y combina elementos barrocos, españoles, como los patios andaluces y, peruanos, como los balcones, miradores y frontis y, alberga en su patrimonio artístico elementos del mundo colonial y el arte de los siglos XIX y XX.
Si nos detenemos en la esquina con Suipacha, ese lugar hace no mucho tiempo atrás quedó en nuestra memoria como un símbolo del terror, del dolor y del sufrimiento, ya que un atentado terrorista el 17 de marzo de 1992 destruyó la Embajada de Israel. Murieron más de veinte personas y más de doscientas resultaron heridas. El edificio original había sido construido en 1925 por el arquitecto Alejandro Virasoro para un aristócrata porteño, pero en 1950 pasó a ser sede de la embajada israelí. Hoy es el vacío urbano más doloroso de la Ciudad, la Plaza de la Embajada de Israel, que nos recuerda aquel día con un diseño cargado de simbología: en una de las paredes que la limitan podemos ver la silueta recortada y preservada del edificio caído; en el interior de la plaza fueron plantadas dos hileras de tilos que representan a cada uno de los muertos y fueron colocadas en las paredes placas con sus nombres. Además, cada uno de los elementos que componen el lugar representan la igualdad, la solidaridad frente a la intolerancia, el valor de la vida y la igualdad de todos los seres humanos ante la muerte.
Enfrente, afectada por la misma explosión, podemos ver la Parroquia Mater Admirabilis que comenzó siendo una escuela-taller, donada por la familia Casares, para niñas pobres. Tiempo después, tres hermanas de esa familia formaron la primera comunidad de Hermanas Franciscanas Misioneras de María Auxiliadora. En 1920 en una capilla se celebró la primera misa y al año siguiente se inauguró la escuela. Sin embargo, el edificio actual data de 1938 y la congregación lo cedió al Arzobispado Porteño que lo declaró iglesia en 1983. Su estilo es neorománico y su color le da un aspecto austero y solemne. El atentado derrumbó una parte que tardó años en volverse a restaurar y el cura de ese entonces fue uno de las vidas perdidas en el atentado.
En la misma cuadra, en la vereda opuesta hacia la Av. 9 de Julio, se encuentra la Embajada de Rumania, un edificio de estilo academicista levantado por el arquitecto Paul Pater en 1920 y que fue adquirido por el gobierno rumano en 1958.
En la otra esquina con Suipacha podemos ver uno de los edificios Bencich, diseñado por el arquitecto Eduardo Le Monnier como edificio de departamentos para renta. Tiene seis pisos y toma la esquina desde Arroyo hasta llegar a Suipacha, acompañando la curva. Su composición decorativa es original con pequeñas cúpulas y ornamentos donde combina el estilo neorenacentista italiano y neocolonial español. En la planta baja tiene locales y, actualmente, además de departamentos, funcionan en él oficinas.
Enfrente nos encontramos con el edificio Mihanovich que fue adquirido por los hermanos Bencich a su muerte. Consta de dos volúmenes de siete pisos en el frente y una torre en el centro de veinte pisos con un faro en su remate en alusión a la compañía naviera Mihanovich. Es de estilo clásico con poca ornamentación y hasta hace poco funcionó allí el Hotel Sofitel.
Seguimos hacia Esmeralda entre torres de la segunda mitad del siglo XX y suntuosas galerías de arte intercaladas entre los imponentes palacetes y a los pocos metros encontramos el edificio Minner realizado por el arquitecto Kalnay. Un edificio de departamentos de renta que nos muestra su fachada blanca que envuelve la esquina con líneas puras y balcones curvos que le dan una imagen dinámica desde las tres calles que enfrenta. Un poco más allá está la pequeña plazoleta Paul Harris y, por Esmeralda en dirección a Juncal, se ubica el palacio construido por Alejandro Estrugamou un terrateniente vascofrancés, un edificio academicista francés que nos admira con la sucesión de simetrías y ornamentaciones, lleno de elementos propios de la época como portones de hierro, pilastras de capitel y techos con mansardas de pizarra.
Pondremos especial atención al Museo Fernández Blanco, que abrió sus puertas como museo municipal el 25 de mayo de 1922 en una sede ubicada en Hipólito Yrigoyen 1420 con colecciones donadas por Fernández Blanco. Por otro lado, el arquitecto Martín Noel cedió a la Municipalidad su mansión de la calle Suipacha 1422, diseñada por él mismo en estilo neocolonial en el año 1936, creándose el museo Colonial. Años más tarde se unieron ambos en uno solo quedando como única sede el Palacio Noel de Suipacha y Arroyo. El edificio cuenta con muros blancos y profusa ornamentación alrededor de los vanos y combina elementos barrocos, españoles, como los patios andaluces y, peruanos, como los balcones, miradores y frontis y, alberga en su patrimonio artístico elementos del mundo colonial y el arte de los siglos XIX y XX.
Y ahora… solo caminemos por
esa calle atiborrada de la sombra intermitente de sus árboles añosos que nos
acompañan en el recorrido y sus edificios que se doblan al son de la calle,
haciéndonos creer que estamos en una ciudad europea como París. Apelemos a los
recuerdos y veamos aquello que ya no está. Para los que no somos tan jóvenes,
nos llevará a lugares como la famosa “boîte” Mau Mau, de los hermanos Lata
Liste, la “catedral del ruido” como se la llamaba, un hito de la Belle Époque
de la noche porteña, una de las más sofisticadas y lujuriosas que fuera
visitada por personalidades como Chares Aznavour, Alain Delon, Geraldine
Chaplin u Omar Sharif, quienes bebían champagne francés al compás de la música;
o los paseos que hacíamos de jóvenes, en momentos en los que el matrimonio era
habitual y buscábamos diseños para nuestros vestidos de novia, recorriendo las
mansiones que funcionaban como sofisticados locales para robar alguna idea de sus
glamorosas vidrieras. Hoy, después de tanto tiempo, en otra etapa de nuestra
vida, la recorremos con otra intención, la de descubrir lo que en aquel momento
no veíamos, no sentíamos o no valorábamos por nuestra juventud: su
arquitectura, su historia, su cambio a través del tiempo. Todo quedará en
nuestros croquis y fotos como también en nuestros recuerdos.
Sandra Machado
MARIA CATALINA ALBERTO
GABY TERZANO
ANA SLONINSKY
LILY SLUTZKY
EDUARDO LISERRA
EDUARDO CALOCERO
GUSTAVO COLOTTO
SONIA PESAJOVIC
MARIA ISABEL ROMERO
CARLOS SAENZ
MARITA SALAS
CESAR ROBLES
CRISTINA MONMANY
MAGDALENA EGGERS
CLAUDIO PEREZ REY
RICARDO GERSBACH
EDUARDO DI CLERICO
MARIA DESCOLE
RUBEN CIPOLLA
MANUEL DOMINGUEZ
COCO RASDOLSKY
SANDRO BORGHINI
SANDRA MACHADO
ELEONORA DORREGO
DIEGO ESCARRA
MALVINA FERNANDEZ
ADRIANA PEDRAGLIO
MONICA SALVATORI
VICTORIA BRAUNSTEIN
SILVIA ALVAREZ BELLO
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