Si
bien hoy esta plaza está ubicada en Recoleta, uno de los barrios más aristocráticos
de la Ciudad, su historia comienza totalmente alejada de esta realidad. Hace un
siglo atrás era un barrio de pobreza, marginación y uno de los últimos refugios
de malevos y gauchos urbanos que vivían en ranchos de madera y paja, dedicados
a la pesca en el cercano Río de la Plata. Terrenos que formaron parte desde el
siglo XVIII de las quintas de Recoleta, las cuales poseían cultivos, árboles
frutales y algunos animales domésticos. En 1873 la fiebre amarilla comenzó con
el proceso de movilidad social. Las familias abandonaban el barrio sur y las
antiguas residencias para mudarse al norte y construir nuevos palacios de
estilo francés. Este proceso terminaría en 1880, cuando Torcuato de Alvear,
primer intendente de la ciudad, propuso el mejoramiento del paseo de la
Recoleta, incluyendo la rectificación de las calles alrededor del cementerio y
la bajada de la Recoleta; apertura de otras nuevas como la Av. Alvear, llamada
entonces Bella Vista, finalizando así con la irregularidad de la época colonial
de las áreas marginales y continuando con la cuadrícula regular que imponía la modernidad.
El terreno de la plaza, rodeado por las calles Adolfo Bioy Casares, Posadas y la Av. Alvear quedó, dentro de las tierras que se lotearon, como una esquina al borde de la barranca donde era imposible construir, pero la jardinería del final del siglo XIX la transformaría en una pequeña fotografía de París, rodeada de elegantes bares con mesas en la acera, acorde con la calidad de vida de los habitantes de los alrededores. En la ladera que desciende hacia la barranca histórica del Río de la Plata, podemos ver en su parte baja un Ombú de gran tamaño, en la parte superior varios gomeros y en su interior imponentes esculturas.
En lo alto quedó el sector ocupado en el siglo XVIII por los jesuitas con su Iglesia del Pilar y su conjunto claustral. En 1822 los frailes recoletos fueron expulsados, sus bienes confiscados y la iglesia quedó cerrada varios años. Donde estaba la huerta se construyó el cementerio y del otro lado, el Centro Cultural Recoleta. La Iglesia del Pilar es la una de las más antiguas de la Ciudad, sufrió varias modificaciones, pero recién en 1994 se inició su restauración definitiva recuperando el color blanco de su fachada y la puesta en valor de sus altares. El cementerio, a su lado, se fue extendiendo desde la imposición de los entierros civiles a inicios del siglo XIX. Cementerio que es mencionado por la revista Architectural Digest como uno de los más espectaculares del mundo, identificándolo como “una ciudad dentro de una ciudad”. Lugar con criptas multiformes y guardián de los apellidos más ilustres. Y el Centro Cultural Recoleta del otro lado, nos invita a visitar las expresiones artísticas más diversas, desde hace más de 30 años. Construido sobre un casco histórico con 300 años de historia, donde se encontraba el Asilo General Viamonte, es visitado por más de 500.000 personas al año, en su mayoría jóvenes.
En
la zona baja el Paláis de Glace fue inaugurado en 1910 con motivo del
Centenario. Sus actividades originales eran una pista de patinaje de 21 metros
de diámetro y club social. Su techo abovedado culminaba con un lucernario que
le daba iluminación natural a la pista. Posteriormente se convirtió en salón de
baile, cambiando el hielo por piso de madera y marcando un hito en la historia
del tango y, a partir de 1931, el Arq. Alejandro Bustillo fue convocado para
convertirlo en Salón de Exposiciones manteniendo su estructura original. Sufrió
otras modificaciones, una más de Bustillo que cambió su fachada y anuló el
lucernario y otra en la década del´80 realizada por el Arq. Clorindo Testa quien
agregó un entrepiso y recuperó la cúpula con iluminación cenital. Desde 2004 es
Monumento Histórico Nacional.
Y ahora los invito a tomar un café en La Biela, ubicado al 600 de Av. Quintana, ahí cerquita. Su origen fue a mediados del siglo XIX como almacén de ramos generales y se llamaba “La Veredita”. Su nombre actual lo tomó en 1950 con el auge del automovilismo, de la biela de los autos. Desde allí podremos contemplar, a lo lejos, nuestra plaza y además este barrio ambivalente que, por un lado, nos invita a divertirnos y a vivir en sus parques, bares, paseos y museos llenos de gente y risas; y por otro, nos envuelve en la paz del cementerio con sus ángeles custodios, sus historias de amor no correspondido, pasiones encontradas, jóvenes niñas, bellas durmientes, recuerdos de famosos e historias sin final. Bar notable, bar histórico que vio pasar por sus mesas reyes, escritores, corredores de autos, presidentes y porque no “croquiseros urbanos”.
El terreno de la plaza, rodeado por las calles Adolfo Bioy Casares, Posadas y la Av. Alvear quedó, dentro de las tierras que se lotearon, como una esquina al borde de la barranca donde era imposible construir, pero la jardinería del final del siglo XIX la transformaría en una pequeña fotografía de París, rodeada de elegantes bares con mesas en la acera, acorde con la calidad de vida de los habitantes de los alrededores. En la ladera que desciende hacia la barranca histórica del Río de la Plata, podemos ver en su parte baja un Ombú de gran tamaño, en la parte superior varios gomeros y en su interior imponentes esculturas.
En lo alto quedó el sector ocupado en el siglo XVIII por los jesuitas con su Iglesia del Pilar y su conjunto claustral. En 1822 los frailes recoletos fueron expulsados, sus bienes confiscados y la iglesia quedó cerrada varios años. Donde estaba la huerta se construyó el cementerio y del otro lado, el Centro Cultural Recoleta. La Iglesia del Pilar es la una de las más antiguas de la Ciudad, sufrió varias modificaciones, pero recién en 1994 se inició su restauración definitiva recuperando el color blanco de su fachada y la puesta en valor de sus altares. El cementerio, a su lado, se fue extendiendo desde la imposición de los entierros civiles a inicios del siglo XIX. Cementerio que es mencionado por la revista Architectural Digest como uno de los más espectaculares del mundo, identificándolo como “una ciudad dentro de una ciudad”. Lugar con criptas multiformes y guardián de los apellidos más ilustres. Y el Centro Cultural Recoleta del otro lado, nos invita a visitar las expresiones artísticas más diversas, desde hace más de 30 años. Construido sobre un casco histórico con 300 años de historia, donde se encontraba el Asilo General Viamonte, es visitado por más de 500.000 personas al año, en su mayoría jóvenes.
Y ahora los invito a tomar un café en La Biela, ubicado al 600 de Av. Quintana, ahí cerquita. Su origen fue a mediados del siglo XIX como almacén de ramos generales y se llamaba “La Veredita”. Su nombre actual lo tomó en 1950 con el auge del automovilismo, de la biela de los autos. Desde allí podremos contemplar, a lo lejos, nuestra plaza y además este barrio ambivalente que, por un lado, nos invita a divertirnos y a vivir en sus parques, bares, paseos y museos llenos de gente y risas; y por otro, nos envuelve en la paz del cementerio con sus ángeles custodios, sus historias de amor no correspondido, pasiones encontradas, jóvenes niñas, bellas durmientes, recuerdos de famosos e historias sin final. Bar notable, bar histórico que vio pasar por sus mesas reyes, escritores, corredores de autos, presidentes y porque no “croquiseros urbanos”.
Sandra Machado
EDUARDO SMUDT
CESAR MURGA
EDUARDO LISERRA
ELEONORA DORREGO
FITO BESADA
DORA RUD
IRINA FALLIK
JUAN SAN GIL
LILIANA MUIÑO
MALVINA FERNANDEZ
MARIA ISABEL ROMERO
MARITA SALAS
MAYCA ALBERTO
MONO GERSBACH
PATRICIA ALVAREZ
SILVIA SIMONIT
SANDRA TABERA
STELLA M DOTTI
VICTORIA BRAUNSTEIN
CELIA GUEVARA
SANDRO BORGHINI
POUPEE KAPUSTIN
GUSTAVO COLOTTO
GUILLERMO DI RENZO
MAGGIE CARAVELLO
CARLOS SAENZ
LILY SLUTZKY
ANGELA BRAZZANO
ELISA LAFERRIERE
MONICA VERDURI
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