Pensar en el Riachuelo como un espejo de aguas claras y transparentes, navegable en su recorrido y con playas de arenas blancas y parques a su alrededor, tal vez sería, en nuestra mente, solo un complejo proyecto para aprobar alguna materia de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, una idea futurista o un sueño inalcanzable. No podemos concebirlo hoy como parte de nuestra actualidad. Pero ¿por qué lo vemos así? ¿Qué hicimos con él?
El Riachuelo fue factor determinante en la fundación de Buenos Aires, ya que ofrecía, en su momento, agua potable y un puerto natural con protección contra el viento para los barcos. Inicialmente llamado “río de la Matanza” por los expedicionarios de don Pedro de Mendoza debido a la batalla entre querandíes y españoles que causó muchísimos muertos y, más tarde, casi despectivamente, “Riachuelo de los Navíos”, ya que en su antigua boca atracaban los navíos europeos. Era la tan solicitada salida al Río de la Plata, por donde navegaban los barcos desde y hacia el mundo.
Para ser más precisos, el nombre de “río Matanza” lo lleva mientras recorre la provincia de Bs. As. Y, desde el puente de la Noria, en el límite de la Capital Federal, comienza a llamarse Riachuelo. Un río de 64 km de largo, río de llanura, de cauce lento y poca pendiente, lo que ocasiona problemas para absorber y depurar aguas contaminadas. El que produce inundaciones, no solo por las precipitaciones y la pendiente, sino también por las frecuentes y potentes sudestadas. El que tiene una cuenca de cerca de 60 afluentes y se divide en 3 zonas: la cuenca alta, predominantemente rural; la cuenca media, rural y urbana; y la cuenca baja, urbana, industrial y de servicios, la que pertenece a la Ciudad de Buenos Aires.
Si bien desde sus comienzos se percibía su contaminación lenta y gradual y hubo muchas intervenciones para evitarlo, lentamente fue perdiendo su característica de río como debería haber sido. Junto con la Revolución de mayo de 1810, nació el interés por su saneamiento o, por lo menos, para evitar su contaminación, hasta qué en 1933, una ley lo subordinó como vía navegable a canal de drenaje, convirtiéndolo en una cloaca a cielo abierto: el resultado fue más de 200 años de intentos fallidos por limpiarlo. Su curso actual dista mucho del original, ya que fue rectificado y hoy, recibe desechos de más de 20.000 industrias, además de aguas servidas.
A partir de 1990, comenzaron los debates sobre problemas ambientales y, con ellos, quedó en la mira como uno de los más importantes de nuestro país y dentro de los 10 más contaminados del planeta, teniendo consecuencias sobre la salud y la calidad de vida de sus casi 5.000.000 de habitantes a su alrededor, en su mayoría barrios de bajos recursos. Se crearon informes, secretarías y subsecretarías, leyes y más leyes, se hicieron denuncias, comentarios, estudios y se formaron comisiones varias hasta que, finalmente en 2007, por ley, se crea ACUMAR (Autoridad de Cuenca Matanza Riachuelo), ente que coordina el trabajo de saneamiento entre los 3 sectores, Nación, Provincia y Ciudad y, por otro lado, Greenpeace junto con otros Organismos, pasaron a formar parte del Plan de Saneamiento ambiental en nombre de la Ciudadanía. Sin embargo, a pesar de cientos de años y de millones de sucesos desafortunados, las obras están en “veremos” y solo fue completado un bajo porcentaje de ellas. Ese plan abarcaba cuatro puntos:
- La regulación hidráulica, para evitar inundaciones mediante obras de contención, estaciones de bombeo y desagües pluviales;
- El control de vertidos, fiscalizando el cumplimiento de la normativa ambiental, previniendo y minimizando el desecho de residuos industriales;
- La recuperación ambiental, urbana y rural, mediante la rehabilitación de áreas y edificios históricos para recobrar el patrimonio cultural, la limpieza del agua, la reforestación de sus márgenes para consolidar el paisaje ribereño, el retiro de buques hundidos, el uso del río como una vía navegable y la generación de proyectos urbanísticos;
- La participación comunitaria y educación ambiental tratando de desarrollar una cultura ambiental en la comunidad de la cuenca.
Hoy se habla de “Sistema Riachuelo”, una obra que permitirá el saneamiento de las aguas cloacales del área metropolitana; del “Traslado del Mercado de Hacienda” de Liniers a Cañuelas y la creación del “Parque Industrial curtidor” en Lanús, obras que deberían estar terminadas en el 2023 y que aliviarán la contaminación de las aguas en un 80%.
Y ¿por qué no pensar en turismo? Dado que una nueva resolución ha creado un plan de circuitos turísticos sostenibles, a cargo de ACUMAR, que trata de enfatizar la diversidad y la riqueza natural, cultural y patrimonial integrando las dos orillas del Riachuelo, la Boca y la Isla Maciel, a través del puente Avellaneda y que realiza recorridos por el río que permiten visualizar ambas orillas en un paisaje urbano único.
Y también, tengamos en cuenta la restauración que se hará de su patrimonio arquitectónico, producto de diferentes momentos de su historia, pudiendo encontrar puentes como el Avellaneda, el Alsina, el de la Noria y otros más que ya vimos en otra de nuestras salidas; casonas de carácter rural donde se criaban vacas y caballos, anteriores al avance de la ciudad; barracas, edificios, estaciones de ferrocarril, fábricas de variadas actividades y escuelas.
¿Será verdad que esta vez lo lograremos?, ¿Ya no será más una deuda pendiente? ¿Alcanzaremos ese sueño que mencionaba en el comienzo?
Mientras tanto, ahí está nuestro Riachuelo, esa cinta acuosa que recorre el paisaje y nuestra historia, que fue puerto de la vieja ciudad de Santa María de los Bs. As., que recibió, despidió y vio hundirse infinidad de barcos, que vio pasar epidemias por sus orillas y que fue siempre receptora de desechos humanos, de saladeros, de industrias de todo tipo desde harina hasta moda y que, silenciosamente, vio crecer a uno de los clubes de futbol más importantes de nuestro país y dio letra a muchos tangos, entre ellos: “Nieblas del Riachuelo”, de Enrique Cadícamo, que lo describe así:
“Turbio fondeadero donde van a recalar.
Barcos que en el muelle para siempre han de quedar.
Sombras que se alargan en la noche del dolor.
Náufragos del mundo que han perdido el corazón.
Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar.
Barcos carboneros que jamás han de zarpar.
Torvo cementerio de las naves que al morir.
Sueñan, sin embargo, que hacia el mar han de partir
¿Y por qué no terminar con una frase del tango?: “Amarrada al recuerdo. Yo sigo esperando”
Sandra Machado
GUSTAVO GEBEROVICH
ROBERTO FRANGELLA
EDITH MANDARANO
SANDRA TABERA
RUBEN CIPOLLA
LAURA VACS
CLARA GONZALEZ BOLOGNESI
MARIA CATALINA ALBERTO
STELLA DOTTI
CARINA AMARILLO
MONO RICARDO GERBACH
JUAN FRICIA
ELEONORA DORREGO
DANIEL ORTIZ
SONIA PESAJOVICH
ALEX SAHORES
MARTA PRIGOSHIN
MARTA da COSTA
HORACIO NONI
SILVIA SIMONIT
MARITA SALAS
ALICIA GELPI
CESAR MURGA
MANUEL DOMINGUEZ
GABY TERZANO
CHUNI TORRASSA
GUSTAVO COLOTTO
HECTOR CAVALIERE
MARIA ISABEL ROMERO
ANA SLONINSKY de GROBA
POUPEÉ KAPUSTIN
OZ ALVAREZ ROJAS
ADRIANA PEDRAGLIO
MALVINA FERNANDEZ
IRINA FALLIK
CARLOS SAENZ
DELIA CORDONE
SANDRO BORGHINI
JUAN CARLOS SAN GIL
CARLOS OTEGUI
MONICA CURA
EDUARDO SMUDT
MAURO DO PORTO
VICKY BRAUNSTEIN
COCO RASDOLSKY
LILY SLUTZKY
ANA MARÍA LAPLAZA
CELIA GUEVARA
ADHEMAR RIOJA
CECILIA BAT
HERNÁN REYES
DIEGO ESCARRÁ
MONICA SALVATORI
SANDRA BARBALE
OSCAR HERNANDEZ
SILVIA POVEDA
ALFREDO SMULEWICZ
CARLOS FORD
MAGDALENA EGGERS
MONICA VERDURI
FITO BESADA
CLAUDIA FUEYO
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