lunes, 5 de mayo de 2025

Croquiseros Urbanos Bs. As. - Salida Nº 166 - Iglesia Presbiteriana San Andrés y Edificio Otto Wullf - 17/05/2025

    Nuestra visita de hoy es en la esquina de Avenida Belgrano y Perú, en pleno barrio de Montserrat.                                    
    Nos encontramos con la Iglesia Presbiteriana, que tiene una historia que arranca, allá por el siglo XVI, con la Reforma que empezó Lutero en Alemania. Más tarde se sumó Calvino, un teólogo francés que siguió sus ideas, y luego apareció Juan Knox, que fue quien organizó la iglesia Presbiteriana en Escocia.
    A partir del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado en 1825 entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Reino Unido, se permitió que ciudadanos británicos pudieran emigrar al país, con la garantía de que se respetarían sus creencias religiosas y se les permitiría construir sus propios templos. Aunque ya había escoceses viviendo en el país desde 1806, ese mismo año llegó la goleta Symmetry con 220 colonos que se instalaron en Monte Grande, en una colonia agrícola. Al año siguiente, se sumó el reverendo William Brown, quien se convirtió en el pastor de esa comunidad.
    Con el paso del tiempo y debido a grandes problemas económicos de la colonia, muchos de estos colonos —incluido el propio pastor— se fueron mudando a distintos lugares del país, y varios terminaron asentándose en la Ciudad de Buenos Aires. Fue allí donde, en 1829, fundaron la Iglesia Presbiteriana San Andrés, cuya primera capilla estuvo ubicada en la calle México al 300. En 1833, se inauguró la primera iglesia San Andrés en la calle Piedras 55, y hacia fines de 1841 se fundó la Escuela San Andrés, justo detrás de la iglesia.
    En 1880, la apertura de la Avenida de Mayo obligó a expropiar y demoler el edificio original. Por eso, en 1895 se inauguraron las nuevas oficinas de la iglesia en Perú 352 —el segundo frente más angosto de la ciudad—, y al año siguiente se consagró el nuevo templo en la calle Belgrano 579. El diseño fue obra de los arquitectos Edwin Arthur Merry y Charles T. Raynes, y el edificio contaba con una torre de 35 metros que más adelante fue demolida para ensanchar la avenida. El nuevo frente, diseñado por el arquitecto inglés Sidney Follet, se estrenó en 1962. Aunque el exterior cambió, el interior se mantuvo tal como era: una nave central de 16 metros de largo por 13 de ancho, planta en forma de cruz latina, dos pasillos laterales, arcos neogóticos y hermosos vitrales con escenas bíblicas. El techo es de madera y en el ábside se conserva el rosetón de la iglesia original, que deja pasar luz natural desde lo alto. La escuela, que en ese momento estaba en el barrio de Constitución, se trasladó primero a Olivos y luego a Beccar. En 1988, la institución dio un paso más y fundó la Universidad de San Andrés, que inauguró su sede central —el Campus— en 2018.
    Ahora vamos a conocer el edificio Otto Wulff, una joyita arquitectónica en una esquina muy especial. Fue construido sobre el terreno donde alguna vez estuvo la antigua casona del octavo Virrey del Río de la Plata, conocida como “la casa de la vieja Virreina” (sí, así la llamaban por su segunda esposa). Ese lugar también fue escenario de enfrentamientos entre ingleses y criollos durante la segunda invasión inglesa, allá por fines del siglo XVIII.
    El edificio que vemos hoy fue un encargo del empresario alemán Otto Wulff, que se asoció con el naviero Nicolás Mihanovich. El diseño lo hizo un arquitecto danés, Morten Rönnow, y la construcción estuvo a cargo de ingenieros holandeses: Dirks y Johannes Dates. Lo inauguraron en 1914. Tiene 65 metros de altura repartidos en 12 pisos, y su estilo principal es Jugendstil, la versión alemana del Art Nouveau, aunque también mezcla detalles renacentistas, neogóticos, eclécticos... ¡y hasta algunos elementos esotéricos! Además, fue uno de los pocos edificios de esa época construidos en hormigón armado.
    Pero lo que más llama la atención es su decoración, que es verdaderamente impresionante. En la fachada van a ver ocho figuras gigantes, conocidas como atlantes, que representan distintos oficios de la construcción: herrero, carpintero, albañil, forjador, aparejador, escultor, arquitecto y jefe de obra. Estas esculturas se hicieron en Europa y después las trajeron hasta acá. Y no termina ahí: si miran bien, van a encontrar pingüinos, lechuzas, loros, osos, pumas, caciques y otras figuras indígenas talladas en ménsulas, gárgolas y barandas. Incluso hay cóndores vigilantes en lo alto, un emperador chino y símbolos como el Ojo de Horus, referencias a la masonería, mitología griega y nórdica. Un verdadero delirio decorativo, pero fascinante.
    Las cúpulas también tienen su misterio. Algunos dicen que una representa a Hungría y la otra a Austria, símbolo de la unión imperial a través del amor entre la emperatriz Sissi y Francisco José. Otros aseguran que una simboliza el Sol (Argentina) y la otra la Corona (España). Y hay quienes afirman que representan la unificación alemana de 1871. En fin… teorías sobran. Cuatro años después de terminado, Wulff vendió el edificio a la familia Harteneck y se fue a recorrer el mundo.
    La restauración del edificio empezó en 2020, como parte del Plan Integral del Casco Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. En el proyecto participaron descendientes del arquitecto, de los constructores, del propio Otto Wulff, el área cultural de la Embajada de Alemania y el Gobierno porteño. Se restauró la fachada, se reemplazaron piezas rotas o faltantes en base a fotos antiguas, se sumaron luces LED para destacar su fachada de noche y se sacó toda la vegetación que había crecido producto del abandono y la humedad. Hoy, en su interior funcionan oficinas de distintos tamaños, y el edificio fue declarado de interés cultural. Un verdadero tesoro escondido a plena vista.
    El barrio de Montserrat tiene mil cosas para mostrarnos. Ya recorrimos varios lugares clave, ¡y todavía nos queda un montón por ver!
    Pero hoy, ojo... porque desde allá arriba nos están espiando los 680 ojos del bestiario que adorna la fachada. Sí, 680. Con tanto bicho raro mirando, quién sabe qué puede pasar. Capaz uno de los atlantes nos lanza un rayo petrificador y quedamos más duros que una estatua en plena vereda, o el ojo de Horus se pone místico, nos envuelve con su magia y ¡puf! desaparecemos. No sé ustedes, pero yo por las dudas me llevo la capa de invisibilidad de Harry Potter y me hago la que no estoy. ¡Nos vemos!... o no. Quién sabe.
Sandra Machado

domingo, 13 de abril de 2025

Croquiseros Urbanos Bs. As. - Salida Nº 166 – Playon Ferroviario 2 - Colegiales 12/04/2025

    Como recordarán, en la salida del mes de septiembre, la Nº 159, les conté la historia del Barrio de Colegiales. Como fueron sus transformaciones en el tiempo y la importancia que tuvieron el ferrocarril y la estación Colegiales en la comunicación del barrio con otros lugares de la Ciudad y en el comercio hacia el norte del país. Como el Playón de la Estación Colegiales, un sector en desuso y abandono, se transformó en un espacio de esparcimiento que revitalizó a toda esa parte del barrio, gracias a los vecinos y al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
    En el año 2017, la Sociedad Central de Arquitectos cerró el concurso de proyectos para la transformación del área comprendida entre las calles Moldes, Virrey Olaguer y Feliú, la avenida Federico Lacroze y las vías del Ferrocarril Mitre. El premio fue otorgado al estudio de los arquitectos Marcelo D ‘Andrea y Oliverio Najmías. La primera etapa fue la renovación de 6.600m2 que abarcaban el área desde Federico Lacroze hasta Teodoro García, la calle Moldes y las vías del ferrocarril, la que visitamos en la salida Nº 159. La segunda etapa, fue el sector comprendido por las calles Moldes, Zabala, la calle Virrey Olaguer y Feliú y la unión con la Plaza Juan J. Paso y las vías del ferrocarril. Y de esta etapa es de la que nos ocuparemos hoy.
    En ella, no solo se amplió la superficie de espacios verdes manteniendo su arboleda prodigiosa y agregando nuevos ejemplares, sino que también se hicieron ciclovías, senderos peatonales, se colocaron bancos, bebederos, juegos para chicos, áreas recreativas y deportivas, caniles y algunos espacios comerciales. También, se retiró el muro de ladrillos y las rejas que lo rodeaban, manteniéndolos solo en algunos sectores. Por supuesto, hacia la Avenida Cramer, cuyo acceso antes estaba vedado con alambrados y algunas paredes, se realizaron cruces para poder pasar caminando o en bicicleta, se restauraron los puentes conectando ambos lados del barrio y las visuales, antes imposibles, hoy son ilimitadas.
    La unión con la Plaza Juan José Paso fue, tal vez, una de las cosas más importantes de esta etapa. En esta plaza hay un monumento en homenaje a Juan José Paso, secretario de la Primera Junta de Gobierno, miembro del Primer y Segundo Triunvirato, diputado del Congreso de Tucumán que declaró la Independencia Argentina en 1816 y redactor de las constituciones nacionales de 1819 y de 1826. Fue realizado por el artista catalán Torcuato Tasso y Nadal. La figura principal está realizada en bronce mientras que la base es de granito martelinado. En la parte inferior ubicó la estatua de “La Elocuencia”, realizada en mármol de carrara, y todo el conjunto está rodeado por una reja. La unión de esta plaza con el resto del predio formó un nuevo pulmón verde.
    Tengo el recuerdo de haber caminado por esa zona y todo el playón, desde Federico Lacroze hasta Virrey Olaguer y Feliú, era un gran predio cerrado por muros y rejas donde escaseaba el mantenimiento. Y detrás de ellos se ubicaban galpones que vendían materiales de construcción, había vagones de trenes abandonados y vandalizados, viejas estructuras olvidadas y esqueletos de construcciones sin sentido. Se volvió incluso peligroso y transitar por sus calles no era, precisamente, un paseo relajado que se pudiera elegir un fin de semana.
    Los vecinos vieron a lo largo de los años como su barrio caía en el desamparo. Por suerte, sus luchas surtieron el efecto deseado y, si bien no consiguieron todo lo pedían, porque hay edificios construidos entre ambos sectores del parque que no deberían estar allí, hoy pueden verlo revivir, mejorar día a día y avanzar poco a poco, ya que cada vez lo visita más gente, las instalaciones invitan a su uso y se está armando un pequeño polo gastronómico a su alrededor. Este nuevo parque mejoró la calidad de vida de más de 80.000 vecinos brindándoles nuevos espacios para disfrutar y, si bien durante varios meses tuvieron que soportar obras, polvo, gente trabajando y movimientos de estructuras y escombros, hoy pueden disfrutar de un nuevo lugar sin desprenderse, totalmente, de la identidad ferroviaria y vivir en un sector del barrio mejor valorizado.
    Nos veremos, croquiseros, en un nuevo lugar de nuestra ciudad. Disfrutemos de la tarde y de este espacio verde en donde podremos hacer nuestra magia con nuestros croquis, porque un croquis tiene el poder de crear un puente entre la imaginación y la realidad”.
Sandra Machado




Ana Sloninsky




Claudio Perez Rey








Diego Escarrá





Eleonora Dorrego





Gaby Terzano








Gustavo Colotto








Luis Marcellini





María Catalina Alberto





Marta Privitelli





Nélida Lanza





Betina Ragni





Fito Besada





Hernán Galdames











Alex Sahores




Ricardo Gerbasch











Horacio Noni







Eduardo Liserra







Eduardo Smudt







Laura Vacs










Juan San Gil




Coco Rasdolsky













Irina Fallik







Manuel Dominguez




Claudia Fueyo






Sandro Borghini




Inés Galbusera





Victoria Braunstein




Chuni Torrassa







César Malluk