La Plaza
Cataluña se encuentra en la intersección de la calle Arroyo con la Avenida 9 de
Julio, lado Cerrito. Si bien pertenece al barrio de Retiro, las malas lenguas
la ubican en el Barrio de Recoleta, debido a los aristocráticos edificios que
la circundan y, otras opiniones más osadas, dicen que es un pequeño rincón de
Paris. En definitiva, es un acogedor pedacito de Cataluña en Buenos Aires. En
su interior podemos recorrer la glorieta de hierro forjado, sentarnos en los
bancos bajo su discreta arboleda, tomar agua de la fuente que es la réplica
exacta de la Font de Canaletes, ubicada en la Rambla de Barcelona, o asomarnos
a la baranda que, en otra época, permitía disfrutar de la barranca del río, hoy
tan lejano. También encontramos la estatua de Lluis Company i Jover, presidente
de la Generalitat de Catalunya, fusilado en 1940 por razones políticas y una
placa en homenaje a catalanes en nuestro país, como Matheu, Larrea y Blas
Parera.
Se recuesta
contra el Palacio Atucha, el que le muestra su medianera con una falsa fachada,
ubicado en la esquina de las calles Arroyo y Av. Alvear. Fue construido por el
arquitecto René Sergent, en un estilo clásico depurado, como residencia de la
familia Atucha. Se inauguró en 1924, pero no solo en 1943 se convirtió en una
empresa, sino que los herederos, en 1950, lo dividieron en departamentos de
lujo, conservando su estilo y la fachada.
En 1916, una
pareja de la aristocracia argentina se casaba. Félix Álzaga Unzué le reglaba a
su novia, como regalo de bodas, un palacio construido por el arquitecto escocés
Robert Russell, en el cual combinó el estilo eduardiano inglés con la
arquitectura de los castillos del Loire. Se ubica a continuación del Palacio
Atucha, por la calle Cerrito. El rojo del ladrillo contrasta con la símil
piedra del estilo academicista inglés; en la entrada se ven columnas corintias,
el frontis está recargado con ornamentos variados y consta de techos de
pizarras y elegantes mansardas como muestra de abundancia y ostentación.
Murieron sin hijos y sus herederos lo vendieron a la cadena hotelera Hyatt que,
en 1992, construyó, en un extremo del jardín, una torre de 150 habitaciones. En
2001 lo tomó la empresa Four Seasons que restauró el palacete, llamado ahora La
Mansión, a su estado original, donde ubicó siete suites de super lujo, a
precios de infarto.
Enfrente
podemos ver el edificio Ortiz Basualdo, diseñado en estilo Beaux Art por el
arquitecto Paul Páter, en 1912, quien adaptó la tipología del castillo
campestre francés a un pequeño terreno. Consta de basamento, dos plantas y
mansarda, con fachadas revestidas en símil piedra París con almohadillado y
está rodeado por una reja que limita un pequeño jardín. Debido a que Paul Páter
volvió a Francia para pelear en la 1º Guerra Mundial, fue finalizado por su
socio Eugenio Gant Ner, seis años después. A la muerte del Ortiz Basualdo, su
viuda lo vendió al Gobierno de Francia, quien lo convirtió en su embajada.
Siendo el remate de la Avenida Alvear, tanto este palacio como el Atucha y el
Unzué, se salvaron de milagro, ante el ensanchamiento de la Av. 9 de Julio.
También sobre
la Av. Alvear encontramos el Palacio Pereda, perteneciente a una familia de terratenientes
de la época, que fue comenzado en 1917 por el arquitecto Louis Martín y, luego
de ser despedido, continuado por el arquitecto Julio Dormal, quien murió antes
de finalizarlo. A la muerte del doctor Celedonio Pereda, sus herederos se lo
vendieron a Brasil, que trasladó allí su embajada. Muestra la arquitectura de
la época de la burguesía porteña, con su basamento de piedra natural y el resto
en símil piedra París. El edificio, entre medianeras, consta de un volumen
curvo en el centro de la fachada principal, de donde se desprenden dos
pabellones hacia los lados, generando un juego de entrantes y salientes, decorado
con columnas corintias en sucesión. Remata en mansarda y cúpula central.
Frente a él
vemos el edificio del Jockey Club, perteneciente a la segunda etapa de esa
asociación, que reinició a partir de 1958, luego del incendio que sufriera su
edificio original. El actual es producto de la unión de dos mansiones de
arquitectura ecléctica. Una perteneciente a la familia Unzué, sobre la Av.
Alvear, adquirida en 1966, y remodelada por los arquitectos Acevedo, Becú y
Moreno, sufriendo grandes transformaciones. Abrió sus puertas en 1968. Años
después, en 1981, se anexó una mansión perteneciente a la familia Sánchez Elía,
con ingreso sobre la calle Cerrito, uniendo ambas casas a través de los
jardines, que reciben a sus socios con la mayor de las comodidades y su
tradicional esplendor, incluso con elementos recuperados del viejo incendio.
Y si hacemos
una panorámica, la altura del edificio Sudamérica, en Cerrito y Posadas, se
eleva por los aires. Comenzado en 1956 por el arquitecto Dubourg, fue el primer
edificio de propiedad horizontal aprobado por la municipalidad de Buenos Aires.
Fue el más alto de su época. Un conjunto de dos volúmenes, moderno, exento de
decoración, con fachadas vidriadas y venecianas en los laterales. Y porque no
mencionar el edificio de departamentos en Art Nouveau de Francisco Pinedo,
construido por el arquitecto Francisco Gianotti en Arroyo 999, del otro lado de
la Av. 9 de Julio, con basamento de piedra, capulines que asoman en sus techos
y balcones curvos que, junto con otros planos, se entrelazan en su fachada. Ya
en la bajada, el edificio Prouban, en Libertador esquina 9 de Julio, el Rulero
para los amigos, construido por el estudio del arquitecto Solsona, con su forma
cilíndrica y sus ventanas pequeñas y vidriadas, se pierde en el cielo. Pero eso
no será todo, seguramente. El ojo croquisero encontrará algunos otros más escondidos
por allí, invadiendo las visuales que hay, hacia ambas direcciones, de la Av. 9
de Julio.
Un nuevo año
comienza. Enero nos encuentra con energías renovadas, mucho por ver y dibujar. Solo
me queda recordarles que cada uno de nuestros croquis y cada una de nuestras
líneas, también cuentan una historia.
Sandra Machado
VICTORIA BRAUNSTEIN
IRENE DI FELICE