Hoy nos encontramos en el Barrio de Colegiales, barrio
lindero con los de Belgrano, Palermo, Chacarita y Villa Ortúzar. Estos dos
últimos más ligados a su historia por formar parte de ellos los terrenos
donados por Hernandarias a los jesuitas donde la Compañía de Jesús asentó la llamada
estancia La Chacarita (la chácara era una voz quechua que significaba huerta o
chacra). Dado que en ese predio los alumnos de los Colegios San Ignacio, Real
San Carlos y Nacional Buenos Aires pasaban sus vacaciones veraniegas, se lo
conocía popularmente como “La Chacarita de los Colegiales”. Y para llegar a él en
el verano los jóvenes abandonaban el centro de la ciudad y, a caballo, andaban
por el camino del Norte (hoy Avenida Cabido), hasta el actual barrio de
Colegiales, para luego doblar por otro camino secundario que tenía acceso a la
estancia. Los vecinos comenzaron a llamarlo “calle de los Colegiales”, y hoy es
la Avenida Federico Lacroze. Por otro lado, en la década del ´70, los vecinos
del litoral necesitaban llegar a Buenos Aires y lo hacían navegando el río
Capitán (hoy Sarmiento) hasta el Tigre, para luego continuar con el
ferrocarril. Sin embargo, el río tenía poco calado y muchas veces se hacía
innavegable y perdían el tren. Por ello en 1872 comenzó la construcción de la
línea ferroviaria Buenos Aires-Campana (línea Mitre), salvando las bajadas del
río Capitán. Colegiales entonces cobró importancia, no tanto como punto de
acceso o estación de pasajeros, sino por las playas de maniobras que se
construyeron. Una de las más destacadas era la de la Estación Colegiales, que
abarcaba nueve manzanas entre las calles Virrey Olaguer y Feliú, Avenida
Federico Lacroze, Moldes y las vías del ferrocarril. Era un punto neurálgico
para el movimiento de trenes, lleno de actividad, porque allí se coordinaban
operaciones de carga y descarga de mercancías que iban y venían desde y hacia
el norte. Así el barrio de Colegiales que estuvo siempre bajo la jurisdicción
del Municipio de Belgrano, en el año 1887 pasó a formar parte de la comuna 13
como barrio independiente.
Si hubiéramos pasado unos años atrás por este lugar, lo que hubiéramos
visto no era precisamente un lugar tan próspero, ya que, con el paso del tiempo
y la modernización del transporte ferroviario, esas playas se fueron
convirtiendo en áreas en desuso y abandono. Podíamos ver antiguos vagones que
añoraban sus viejas épocas de esplendor agonizando con sus asientos rotos, sus
vidrios rayados, o incluso inexistentes, sus techos dañados y sus paredes
oxidadas, que olvidaron sus viejos coloridos. Eso fue acompañado por pastos
cada vez más altos y desprolijos que iban atrapando con parsimonia a las viejas
estructuras, y por el descuido de galpones de chapa que antaño tenían diversas
funciones y que hasta hace poco fueron esqueletos que solo suspiraban desidia y
desamparo. La gente de la zona también sufría esa agonía, su barrio tranquilo y
apacible se fue convirtiendo poco a poco en olvidado y peligroso por las
ocupaciones ilegales. En mi memoria quedaron los altos paredones, los galpones
de venta de materiales de construcción, los espacios muertos, y pocos espacios
abiertos con vistas decadentes.
Los reclamos que hicieron los vecinos datan de viejas épocas
hasta que, finalmente, fueron escuchados. En el año 2017 la Sociedad Central de
Arquitectos cerró el concurso de proyectos para la transformación de esta área.
El premio fue otorgado al estudio de los arquitectos Marcelo D ‘Andrea y
Oliverio Najmías. Entonces, cambió la historia. En ese espacio de más de 23.000m2
se inició una transformación integral, de los cuales 18.000m2 son de corredor
verde. La primera etapa fue la renovación de 6.600m2 que abarcan el área desde
Federico Lacroze hasta Teodoro García, la calle Moldes y las vías del
ferrocarril y, la segunda etapa, es la extensión hasta Virrey Olaguer y Feliú y
la unión con la Plaza Juan J. Paso. Sin embargo, hay nueve lotes en litigio
entre Nación y Ciudad justo en el medio. La Agencia de Administración de Bienes
del Estado (AABE), en el año 2016, había decidido darle otro destino al predio.
Se cambió la zonificación con una ley para que un 35% se pudiera construir y un
65% se destinara a espacios verdes. Ese 35% se dividió en nueve lotes, de los
cuales cinco fueron rematados por la AABE y los otros cuatro, si bien fueron
devueltos a la ciudad, aún no fueron liberados por la justicia y no forman
parte de la remodelación. Por esta razón, aún en contra de lo que pidieron los
vecinos, hay edificios construyéndose en esos cinco espacios, cuyas condiciones
edilicias son la transparencia y la apertura, que tengan pocos pisos, como así
también que estén equipados con terrazas verdes.
Así que hoy los vecinos, luego de tener varios meses de
máquinas excavadoras, operarios trabajando, arquitectos dirigiendo, movimiento
de tierras, revoleo de adoquines y retiro de viejas estructuras, pueden
disfrutar de este espacio que valorizó su barrio y sobre todo sus vistas y
paseos, sus vivencias cotidianas y la imagen de su hábitat, sin desprenderse totalmente
de la identidad ferroviaria. Se derribaron paredones, se realizaron nuevos
senderos, se colocaron luces Led, 61 bancos, 173 árboles que se suman a los 86
existentes, se derribaron los que tenían peligro de caída o estaban secos, se
hicieron caniles y se están renovando los galpones. Las vías y los adoquines se
reservaron para darles nuevos usos y se mejoró la superficie verde agregando
nuevas plantas. El ingreso principal es por la avenida Federico Lacroze, donde
se encontraba el Centro de Jubilados, el cual fue trasladado a uno de los
galpones restaurados, y en una pequeña casilla donde operaba una balanza, funcionará
la oficina de informes. Todavía falta mucho, pero ya la fisonomía cambió y la
calidad de vida también. Así que prepárense a dibujar, y luego vayamos por un
café, pero no se entusiasmen y recuerden que ya de “colegiales” no tenemos nada.
Sandra Machado
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